LA MASONERÍA EN ESPAÑA (1728-1979)
INTRODUCCIÓN
La primera logia especulativa
que se estableció en España lo hizo en Madrid, el 15 de febrero de
1728, en el Hotel de las Tres Flores de Lys, que se encontraba en la
calle ancha de San Bernardo, y recibió el número 50 del registro
oficial de Londres. Constituida por un grupo de ingleses de paso por
España, su fundador fue el duque de Wharton, el único que estaba al
servicio del rey de España, y que moriría poco después en 1731 en el
monasterio del Poblet, donde fue enterrado.
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El Duque de
Wharton, Gran Maestre de la Gran Logia de Inglaterra y fundador en
1726 de la logia Matritense. Enterrado en el Monasterio de Poblet,
dice su lauda: "Aquí yace el excelentísimo don Felipe Wharton, inglés, duque, marqués
y conde de Wharton, marqués de Malsbursi y Carthloch, conde de
Rathfasnum, vizconde de Winchindon, barón de Trim, caballero de San
Jorge [alias de la Jarretera]. Murió en la fe de la Iglesia Católica
Romana en Poblet, el día 31 de mayo de 1731” |
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La siguiente logia, la número
51, compuesta también exclusivamente de ingleses, se erigió, en 1729,
en Gibraltar. En 1731 el capitán James Comerford era nombrado Gran
Maestre Provincial. Su designación fue para Andalucía, que, como se
especifica en el propio texto de las patentes, comprendía la roca o
fortaleza de Gibraltar y «lugares adyacentes». A partir de entonces la
masonería en Gibraltar siempre fue importante y floreciente. También
en Menorca, durante las sucesivas ocupaciones inglesas del siglo
XVIII, se constata la presencia masónica y la formación de, al menos,
siete logias militares.
En el resto de España, debido
a la prohibición del Inquisidor General en 1738 y al posterior edicto
de Fernando VI en 1751 condenando la masonería, no pudo desarrollarse.
Contrariamente a lo que tantas veces se ha dicho y repetido de que
Carlos III no solo hizo «mucha obra masónica», sino que anduvo siempre
rodeado de ministros masones, hay que recordar que precisamente Carlos
III fue el monarca europeo de su época que más se distinguió por su
persecución contra la masonería, y del que más correspondencia se
conserva (en Simancas) dedicada justamente a combatir esta asociación.
Otro tanto hay que decir de su primer ministro, el conde de Aranda, al
que tantas veces se le ha adjudicado gratuitamente y sin fundamento
ser el fundador de la masonería en España y su primer Gran Maestre
cuando ni siquiera se puede probar no ya que fundara la masonería
española, sino incluso que perteneciera a dicha organización.
La masonería se introduce
realmente en España de una forma organizada con las tropas
napoleónicas, estableciéndose entre 1809 y 1813 una doble masonería
bonapartista al servicio del emperador y de su hermano José, el primer
Gran Maestre de la masonería española. Por una parte, en San
Sebastián, Vitoria, Figueras, Gerona, Barcelona, Zaragoza, Talavera,
Santoña, etc., se van creando logias militares integradas
exclusivamente por franceses (oficiales, cirujanos y médicos de los
hospitales militares, proveedores, etc.) del ejército de ocupación y
que dependían directamente del Gran Oriente de Francia, como las
logias Les Amis Fidèles de Napoleon y Le triomphe de
l´Amitié en Barcelona, L´Alliance en Burgos,
La Double Alliance,
La Triple Harmonie
y Les Vrais Amis Réunis de Cádiz, Les Amis de
la Réunion
de Figueras, Napoleon le Grand de Gerona,
La Réunion Espagnole
y Les Amis de l´Ordre de La Coruña, Les Amis de l ´Honneur
et de la Verité,
L´Age d´Or y Les Philadelphes de Madrid.
Les Freres Unis
de San Sebastián, Les Commandeurs du Teyde de Santa Cruz de
Tenerife, Les Amis de
la Charité
y La Sincerité
de Santander, Le Gibraltar Francais de Santoña, Les Amis de
l´Honneur de Sevilla, Sainte Josephine des Amis Reunis de
Talavera de la Reina, Les Amis Reunis de Saint-Jooseph de
Vitoria, y Saint-Jean de l´Union Sincere de Zaragoza.
Por otra, especialmente en Madrid, se
funda otra masonería también bonapartista, pero de españoles, al
servicio del rey José integrada por las logias llamadas
tradicionalmente de afrancesados y cuyos principales núcleos fueron
las madrileñas logias de Beneficencia de Josefina, Santa
Julia, Almagro, y San Juan de Escocia de
la Estrella de Napoleón,
que constituyeron su propia Gran Logia Nacional de España. La lista de
pertenecientes es muy amplia: funcionarios ministeriales, militares,
músicos, hacendados, catedráticos, corregidores, pintores, comisarios
de guerra, sacerdotes, médicos, escultores, etc. etc. (entre ellos el
biógrafo de Carlos IV, abate Muriel).
Paralelamente las Cortes de
Cádiz, por medio del Consejo de Regencia, en ausencia y cautividad del
rey Fernando VII, prohibían la masonería en España y territorios de
ultramar el año 1812. Con el regreso de Fernando VII y la
reimplantación de la Inquisición –doblemente abolida por José I y por
las Cortes de Cádiz– los masones son de nuevo perseguidos
(especialmente después del Trienio Liberal) con no menos de catorce
edictos y prohibiciones reales entre 1814 y 1833, que unidos a las
bulas pontificias contra la masonería generaron toda una literatura
especialmente antimasónica en la que la masonería quedó identificada
con el liberalismo, y con todas las sociedades secretas y patrióticas
de la época. En adelante a todos los graduados de las Universidades, y
a quienes ejerciesen cualquier empleo, profesión u oficio público:
eclesiástico, militar, civil o político, antes de tomar posesión de
sus destinos, se les obligó a una declaración jurada de no pertenecer
ni haber pertenecido a ninguna logia, ni asociación secreta de
cualquier denominación que fuera. En una Real Cédula se previno que
«los masones, comuneros y otros sectarios» en adelante deberían ser
considerados como enemigos del altar y el trono, quedando sujetos a la
pena de muerte y confiscación de bienes. Los historiadores de la época
describen los atropellos contra los liberales cometidos por el
gobierno y las partidas de realistas que rondaban los pueblos
predicando el exterminio de francmasones. Patricio de la Escosura,
recuerda cómo una turba de realistas asaltó a Ventura de la Vega
en la Puerta del Sol «por dejarse crecer el pelo y llevar melenas,
crimen reputado a la sazón como infalible síntoma de masonismo».
En síntesis, tal vez se pueda
admitir como hipótesis de trabajo que entre 1814 y 1820 fue un
movimiento que seguía tres cauces: una francmasonería con resabios
conservadores, difundida por los franceses vinculadas al régimen en
tiempos de la ocupación; un grupo nacionalista-liberal, que tal vez
acusaba influencias de la masonería inglesa, y que acabaría haciéndose
fuerte en Cádiz (se trata de la masonería de Ystúriz, Alcalá Galiano y
Mendizábal); y una masonería puramente militar de jóvenes oficiales
activistas, entre los que habría que citar a Van Halen, Antonio Mª del
Valle, José Mª González, José Mª Torrijos, Juan Romero Alpuente…
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Antonio
Alcalá Galiano (1789-1865) |
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Francisco Javier de
Istúriz Montero (1790-1871) |
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Juan
Álvarez Mendizábal (1790-1853) |
A pesar de las amnistías de
los años 1832, 1833 y 1834, la masonería siguió prohibida y fuera de
la ley durante el largo reinado de Isabel II. A las penas de privación
de empleo e inhabilitación perpetua se añadieron otras de prisión o
destierro de hasta seis años, así como considerables multas. Esto hizo
que prácticamente no existiera una masonería organizada en España. No
obstante, hubo intentos más o menos positivos de hacerlo desde el
extranjero, especialmente desde Lisboa, donde ya en 1839 se constituye
un Grande Oriente Nacional de España. Otros intentos de organizar una
masonería en España vinieron desde Francia, por parte de la llamada
Masonería Hespérica Reformada (1845), o del Grande Oriente de Francia.
No obstante, y a pesar de la vigilancia policial, hay constancia
documental de la fundación de algunas logias aisladas entre 1837 y
1868 establecidas en Granada, Bilbao, Vitoria, Gijón, Barcelona y
Cádiz, todas ellas de origen y dependencia del exterior, concretamente
de Francia, Inglaterra, Portugal, Uruguay y hasta de Cuba.
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Cierta historiografía fabuladora
convirtió al Infante Francisco de Paula
Borbón, hermano menor de Fernando VII, duque de Cádiz y caballero del
Toisón, en Gran
Maestro del Gran Oriente de España en 1839 y Gran Maestro del Gran
Oriente Hispánico y Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de
España desde 1844 a 1848. Pero sí lo fue su hijo, y sobrino de Fernando VII, Don
Enrique de Borbón y Borbón, duque de Sevilla fue iniciado el 14
de marzo de 1868 en la logia Henry IV, de París. Pasó a Compañero el
20 de abril y fue exaltado a Maestro el 17 de agosto de aquel mismo
año (Biblioteca Nacional de París: Fondo Masónico, 2-622)
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Tras la revolución de
septiembre de 1868 la Francmasonería española se reorganizó al menos en
tres grupos, a saber: el constituido por los masones que se agruparon
en torno a Ramón Mª Calatrava como Gran Maestre del Gran Oriente
Nacional de España; el formado por las logias que dependían del Gran
Oriente Lusitano; y el compuesto por aquellos masones que quisieron
organizar la Masonería sobre bases más democráticas y racionales y que
fundaron un Gran Oriente de España, eligiendo para Gran Maestre a
Carlos Celestino Magnan y Clark. Alguna logias de Andalucía se
agruparon constituyendo una Gran Logia Independiente Española.
Mientras, en Barcelona, las logias de Cataluña, crean un cuerpo
intermedio intitulado Gran Capítulo Catalán.
El Gran Oriente de España
Hay que destacar dos que quedaron
frente a frente: el Gran Oriente de España, y el Grande Oriente
Nacional de España. El primero imprimió a sus trabajos un carácter
eminentemente expansivo y democrático, en oposición al espíritu
restrictivo y centralista que imperaba en los de su contrincante. A
este fin proclamó el 21 de julio de 1870, como Gran Comendador y Gran
Maestre a Manuel Ruiz Zorrilla, presidente del Gobierno español.
La animación fue grande. Surgieron
logias por todas partes; para tomar parte activa en sus trabajos. Los
acontecimientos políticos que dieron por resultado la abdicación de
Amadeo de Saboya y la proclamación de la Primera República dieron
origen a la división y la discordia. El 1º de enero de 1874, Manuel
Ruiz Zorrilla presentó la renuncia de sus cargos masónicos.
Seguidamente se procedió a la elección del Gran Maestre, siendo
proclamado Juan de la Somera. Al poco tiempo Juan Utor, Gran Maestre
del Oriente Ibérico, se fusionó con el de España con lo que se inició
una nueva fase de prosperidad que culminó el 7 de abril de 1876, al
ser proclamado Gran Maestre del Oriente de España, Práxedes Mateo
Sagasta, jefe del partido liberal y presidente del Gobierno.
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Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895),
diputado en Cortes,
Ministro de Fomento y
de
Gracia y Justicia
durante la
I República,
y Presidente de Gobierno con
Amadeo I.
Fue Gran Maestre de Gran Oriente de España desde 1870 a 1874 |
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Práxedes Mateo Sagasta, jefe del
partido liberal y Presidente del Gobierno. Gran Maestre del
Oriente de España de 1876 a 1881
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Manuel
Becerra, ministro, Gran Maestre del Oriente de España desde 1884
hasta 1889
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Nuevamente las logias
empezaron a crecer por doquier. Sagasta sin convertir la institución
en arma de partido, ni en ocasión de medro, atendió especialmente a
establecer un gran intercambio de relaciones de amistad con gran
número de Potencias masónicas del extranjero. El 10 de mayo de 1881
sustituyó a Sagasta en el mismo cargo Antonio Romero Ortiz, ministro
de Gracia y Justicia, y al morir prematuramente cubrió su vacante
Manuel Becerra, antiguo demócrata y ex-ministro, quien tomó posesión
de su cargo de Gran Maestre el 21 de julio de 1884.
El Grande Oriente Nacional
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Ramón
Mª Calatrava (Mérida,
1786-Madrid,
1876)
senador y Ministro de Hacienda. Gran Maestre del Gran Oriente
Nacional de España |
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A la muerte del Gran
Comendador Ramón Mª Calatrava (28 de febrero de 1876), fue elegido por
las 46 logias de su obediencia el marqués de Seoane, senador del
Reino. A raíz de la muerte del
marqués de Seoane, hubo en 1887 un intento de reorganización a cargo
de J. Mª Pantoja y E. Caballero de Puga, quienes convocaron en Madrid,
el 4 de marzo de 1887, una Gran Asamblea Constituyente en la que se
declaró legalmente constituido el Supremo Consejo del Grande Oriente
Nacional de España. Correspondió el puesto de Gran Comendador a
Mariano del Castillo, a quien poco después le sustituyó Alfredo Vega,
vizconde de Ros.
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Juan Antonio Seoane, marqués de Seoane,
simbólico Benjamín, jurisconculto y miembro de la Logia matritense y
Gran Maestre del Gran Oriente Nacional desde 1876 a 1887 |
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Fusión de dos Grandes Orientes
Miguel Morayta emprendió la
tarea de reunir a todos los masones en el seno de una única
organización. De esta forma tuvo lugar el 4 de abril de 1888, la
fusión del Grande Oriente Nacional con los disgregados elementos del
Grande Oriente de España. El resultado fue la creación del Grande
Oriente Nacional de España. El 9 de enero de 1889 constituyeron un
nuevo cuerpo que adoptó el 21 de mayo del mismo año, el título de Gran
Oriente Español, siendo proclamado Morayta como Gran Maestre. Pero
esta unión de todos los masones españoles fue efímera. Unos años antes
de finales de siglo existían cinco centros masónicos: El Gran Oriente
Nacional, el Gran Oriente Ibérico, la Gran Logia Simbólica
Independiente, el Gran Oriente Español, y el Soberano Gran Consistorio
General Ibérico.
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Miguel Morayta Sagrario (Madrid 1834-1917)
diputado en 1871, Catedrático de Historia en la Universidad
Central. Se inició en la Logia Mantuana de Madrid con el nombre
simbólico de Pizarro. Fundó el Gran Oriente Español en 1889,
tras unir el Gran Oriente de España y el Gran Oriente Nacional de
España. Fue elegido Gran Maestre desde 1889 a 1901 y desde 1906
hasta su fallecimiento en 1917 |
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A Morayta le sucedió como
Gran Maestre Presidente del Consejo, el diputado a Cortes, Emilio
Menéndez Pallarés (11 junio 1901). Morayta resultó elegido Gran
Comendador del Supremo Consejo del Grado 33. El 30 de septiembre de
1904 sucedió a Menéndez Pallarés en el cargo de Gran Maestre, el
también diputado a Cortes, José Marenco. Tras las maestrías interinas
de López del Villar y José Lescura, fue proclamado Gran Maestre Luis
Simarro, a quien a su vez sucedió Augusto Barcia Trelles hasta 1922.
En total, desde 1868 hasta la
crisis colonial de 1898 que supuso la práctica desaparición de la
masonería española acusada de ser la culpable de la independencia de
Filipinas y Cuba, se contabilizan en España «y sus dependencias», en
apenas treinta años, la creación de unas 1750 logias.
Durante el primer tercio del
siglo XX la masonería se recuperará poco a poco, pero ya no alcanzará
nunca la importancia anterior. Tan solo dos obediencias o grupos
masónicos pervivirán a la crisis, el Gran Oriente Español y la Gran
Logia Catalano Balear, que a partir de 1921 adoptó el nombre de Gran
Logia Española extendiendo su jurisdicción a todo el territorio
nacional. El más importante de ellos, el Gran Oriente Español, entre
1900 y 1922 –que adoptó la estructura federal de Grandes Logias
regionales– instalará 187 logias de las que 125 se fundan fuera de
España (42 en EE.UU., 29 en Filipinas, 20 en Puerto Rico, 19 en
Argentina, 11 en Marruecos, y 4 en Turquía), y tan solo 56 en el
interior. Entre 1922 y 1936 el Gran Oriente Español creará tan solo 42
nuevas logias. Por su parte la otra obediencia masónica, la Gran Logia
Española, llegó a alcanzar entre 1900 y 1939 un total de 155 logias.
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Foto de un
ágape de la Logia "Firmeza y Honradez" de Gomez Palacios (México)
enviada en prueba de hermandad a la Logia "Resurrección" de La
Línea (Cádiz) el 20 de septiembre de 1930 |
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Miembros de
la Logia nº 77 de Buenos Aires del Gran Oriente Español
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Durante la dictadura de Primo de
Rivera la masonería vuelve a encontrar dificultades. Aunque algunos
políticos y militares descontentos hallaron en la masonería un refugio
y eficaz organismo.
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Juan Botella Asensi (Alcoy, 1884
- México, 1942) fue iniciado en la Logia Numancia nº 3 de Alicante. En
1909 fue procesado con motivo de la protesta contra la guerra de
Marruecos, condenado a muerte e indultado. Fue diputado a Cortes
Constituyentes en 1931 y miembro de la comisión encargada de redactar
la Constitución. En 1932 abandonó el Partido radical Socialista
fundando Izquierda Radical Socialista. Fue Ministro de Justicia en
1933 con Alejandro Lerroux. En 1935, su partido queda excluido del
Frente Popular. En 1939 se exilia a México
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Con la llegada de la segunda
República se experimenta un despertar e influjo masónicos, y en
especial en las cortes constituyentes de 1931, en las que encontramos
un número importante de diputados masones, que se puede situar en
torno a los 150. Por esas mismas fechas el Gobierno Provisional de la
República contaba con seis ministros masones: Alejandro Lerroux
(Estado); Álvaro de Albornoz (Fomento), Diego Martínez Barrio
(Comunicaciones), Fernando de los Ríos (Justicia), Marcelino Domingo
(Instrucción Pública), Santiago Casares Quiroga (Marina). Un año
después, el 5 de marzo de 1932, ingresaría también el ministro de la
Guerra, Manuel Azaña.
A partir de 1933 la situación
se fue complicando para la masonería por la acción conjunta de una
serie de actitudes y manifestaciones contrarias procedente de campos
tan dispares como la CEDA, la Falange y la Iglesia, el Partido
Socialista, los sindicalistas y el Partido Comunista.
Franco y la Masonería
Con la sublevación militar del 18 de
julio de 1936, la historia de la masonería española entra en una época
de persecución y sistemática destrucción. El primer decreto contra la
masonería data ya del 15 de septiembre de 1936, y está dado en Santa
Cruz de Tenerife, por el comandante en Jefe de las Islas Canarias,
general Franco. En él queda declarada la Masonería fuera de la ley,
siendo confiscados todos sus bienes.
Una vez concluida la guerra civil, la
primera ley dictada contra los masones data del 9 de febrero de 1939
(Ley de Responsabilidades políticas). Un año más tarde, el 1.º de
marzo de 1940 se dictaba la Ley para la represión de la masonería,
comunismo y demás sociedades clandestinas. En la misma fecha se
constituía el Tribunal especial de Represión de la Masonería y
Comunismo, que estaría en vigor hasta la creación del Tribunal de
Orden Público en 1963. Se establecieron penas de 20 a 30 años de
prisión para los grados superiores, y de 12 a 20 para los
cooperadores. La depuración llegó a tal extremo que imposibilitaba
incluso para formar parte de cualquier «Tribunal de Honor», a quienes
tuvieran algún familiar en segundo grado por consanguinidad o afinidad
que hubiese sido masón.
La cruzada antimasónica fue
una de las obsesiones más profundas y persistentes de Franco y de sus
más íntimos colaboradores. El resultado fue prácticamente la
desaparición de la masonería en España. La única excepción dentro de
la legislación antimasónica española es la referente a las bases
militares americanas establecidas en territorio español, en las que
dentro de los acuerdos bilaterales entre España y EE.UU. se autorizó
el establecimiento de logias masónicas dedicadas exclusivamente al
personal militar y civil americano, al igual que las existentes en las
bases de la O.T.A.N.
Sobre la rapidez del castigo
algunos datos –conservados en el Archivo de la Masonería de Salamanca
–correspondientes a 1936 son suficientemente expresivos. De la logia
Helmantia de Salamanca fueron fusilados 30 masones, entre ellos
un pastor de la Iglesia Evangélica. De la logia Constancia de
Zaragoza fueron asesinados 30 masones, y entre ellos otro pastor
protestante. Del triángulo Zurbano de Logroño, fusilaron a 15
hermanos, del triángulo Libertador de Burgos a 7, y del
Joaquín Costa de Huesca a otros 7. De la logia Hijos de
la Viuda
de Ceuta a 17. De la logia Trafalgar de Algeciras fueron
fusilados 24; de la logia Resurrección de La Línea fueron
asesinados 9. De la logia Fiat Lux, también de La Línea
fusilaron a 3. Todos los masones de La Coruña, entre ellos el Jefe de
Seguridad, comandante del ejército Sr. Quesada, y el capitán, Sr.
Tejero, fueron asesinados. Todos los masones de la logia Lucus
de Lugo fueron fusilados. Todos los masones de Zamora; todos los de
las logias de Cádiz que no pudieron escapar; todos los de las logias
de Granada hasta un total de 54 fueron fusilados. Igualmente fueron
fusilados todos los masones de varias logias de Sevilla, entre ellos
D. Fermín Zayas, ilustre militar, miembro del Supremo Consejo. En
Valladolid fusilaron a 30 de la logia Constancia, entre ellos
al gobernador civil que era masón.
La Masonería en el exilio
La masonería española, en el
exilio desde 1939, acabó siendo reconstituida en México en 1943, tanto
en su versión del Grande Oriente, como en el del Supremo Consejo
Español del Grado 33. Entre tanto diversas logias españolas se fueron
estableciendo en otros países con autorización de sus respectivas
potencias masónicas. Sin embargo acabaron siendo colocados bajo los
auspicios del Grande Oriente Español en el exilio. Así bajo la Gran
Logia de Francia existía desde 1913 otra logia de habla española
llamada Plus Ultra en la que precisamente, en 1931, fue
iniciado Ramón Franco Bahamonde a raíz de su exilio tras la
sublevación de Cuatro Vientos.
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Ramón Franco Bahamonde (Ferrol,
1896 - Mallorca, 1938), aviador español, hermano del General
Francisco Franco. El 22 de enero de 1926 (un año antes de que el
estadounidense Lindbergh realizara su travesía en solitario y en
sentido contrario), Ramón Franco tomó parte en el Vuelo del Plus
Ultra de Palos de la Frontera (Huelva) hasta Buenos Aires
(Argentina), a bordo del hidroavión Dornier Wal Plus Ultra.
Fue iniciado en la masonería hacia 1929 en la logia Plus
Ultra nº 452 de París y ya en España, se afilió a la logia
Concordia de Madrid, bajo la jurisdicción del Grande Oriente
Español
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Otras logias de habla
española, abiertas a los franceses, fueron la Toulouse de esa
misma ciudad, dependiente del Gran Oriente de Francia, y la Exilio
de Montpellier, dependiente de la Gran Logia de Francia. Más
específicamente españolas, pertenecientes al Gran Oriente Español
fueron la Unión Hispana de París, la Fraternidad N.º
23 de Toulouse, y la
Unión de Marsella. En el Gran Oriente del Brasil fue fundada otra
logia de españoles llamada Renacer Ibérico.
A la muerte de Franco se
inició el regreso y reorganización de la masonería. En 1979 fue
reconocida legalmente e inscrita en el registro de asociaciones del
Ministerio del Interior el Gran Oriente Español y Gran Oriente Español
Unido. Poco después otros grupos masónicos seguirían el mismo camino:
Gran Logia de España, Gran Logia Simbólica Española, Derecho Humano,
Masonería Femenina, Masonería Mixta Universal.
Entre los nombres conocidos,
y a título de curiosidad, se pueden citar numeroso masones. En el
campo de la medicina a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel, y a Luis
Simarro, que introdujo la psicología experimental en la universidad
española; en el campo de la música a Tomás Bretón; en el de la
literatura a Antonio Machado, Juan Ramón Jimenez y Vicente Blasco
Ibañez; en el de la pintura a Juan Gris; en el del urbanismo a Arturo
Soria; en el de la aeronáutica a Ramón Franco Bahamonde; en el de la
política a Juan de la Cierva; en el de la marina a ángel Rizo Bayona;
en el del librepensamiento a Fernando Lozano y Odón de Buen; en el de
la pedagogía a Francisco Ferrer y Guardia; en el del anarquismo a
Anselmo Lorenzo; en el del socialismo a Fernando Garrido y Rodolfo
Llopis; en el del comunismo a Andreu Nin y Daniel Anguiano; en el
militar a los generales López Ochoa, Cabanellas, Núnez del Prado,
Riquelme y Romerales; como presidente de la Generalitar a Luis
Companys; como presidentes del Gobierno a Prim, Moret, Ruiz Zorrilla,
Sagasta, Azaña, Lerroux, Martínez Barrio y Portela Valladares; y como
representantes especiales de la República se pueden citar a sus
últimos Presidente y Jefe del Gobierno en el exilio: José Maldonado y
Fernando Valera.
En cuanto a la ideología, en líneas
generales, se puede decir que la masonería española se caracteriza por
la libertad y defensa de los derechos del hombre, por su laicismo
especialmente en el campo de la educación, por su preocupación por las
cuestiones sociales, por su lucha contra la pena de muerte y su
oposición al fascismo y a todo tipo de dictaduras, por su obsesión por
la paz y su intervención directa en la creación de la Sociedad de
Naciones, por su presencia y creación de la Liga Española de Derechos
del Hombre, por su apoyo y defensa de los sefardíes, por su inquietud
ante los problemas coloniales y norteafricanos, y por su defensa de la
tolerancia, la fraternidad y la libertad como condición esencial de
convivencia, civilización y base de la dignidad humana.
Extractado de: José
A. Ferrer Benimeli, “Los masones en la historia contemporánea
española”, en José A. Ferrer Benimeli (coor.), La Masonería,
Historia 16, Extra IV- Noviembre 1977, pp. 57-76. Y José Antonio
Ferrer Benimeli, La Masonería española: La Historia en sus textos,
Madrid, 1996, pp. 11-16.
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